Nunca me ha gustado oír que llamen a alguien llorón o llorona. No es que considere que ser una persona sensible sea algo negativo. Yo misma lo soy. En ocasiones más de lo que me gustaría. Lo que realmente me molesta es el carácter peyorativo que siempre se le ha dado al adjetivo. Como si los seres humanos no tuviéramos la necesidad de mostrarnos vulnerables. Como si estuviera mal hacerlo.
La sociedad nos enseña que tenemos que ser fuertes, mirar adelante y dejar el pasado atrás. Sin embargo, me es imposible dejar de pensar en lo reparadoras que son unas buenas lágrimas. ¿Por qué, entonces, reprimirlas? No deberíamos hacerlo. Ni por el qué dirán ni por vergüenza de nosotros mismo. Cuando nos ocurre algo, ya sea bueno o malo, tendemos a reaccionar y a veces lo hacemos aguando nuestra mirada.