martes, 11 de junio de 2019

El hombre de tiza (C. J. Tudor)

Sinopsis: echando la vista atrás, todo comenzó el día del terrible accidente durante la feria, cuando Eddie, de doce años, conoció al Hombre de Tiza. Fue el Hombre de Tiza quien le dio la idea de los dibujos: una manera de dejar mensajes secretos entre el grupo de amigos. Fue divertido hasta que los dibujos condujeron al cuerpo sin vida de una niña. Sucedió hace treinta años y Ed pensaba que todo había quedado olvidado. Sin embargo, recibe una carta que contiene solo dos cosas: una tiza y el dibujo de un muñeco. La historia se repite y Ed se da cuenta de que el juego en realidad nunca terminó... 

Todos tenemos secretos.
Todos somos culpables de algo.
Y los niños no son siempre tan inocentes.

Impresiones: no he leído nada de Stephen King (no una novela, al menos) de modo que no pudo comentaros si (como la venden) C. J. Tudor se parece tanto al autor de It. Lo que si puedo deciros es que El hombre de tiza me ha gustado mucho. 

A medio camino entre Stranger Things, porque una de las dos historias ocurre en los 80 y están tan bien plasmados como en la conocida serie de Netflix, y Los crímenes de Fjälbacka de Camilla Läckberg, por su capacidad de unir hechos del presente y el pasado del modo más tenebroso, nos encontramos con una novela muy bien rematada. 

Los personajes están maravillosamente ideados. De hecho, los cambios que vemos entre lo que fueron de niños y lo que son en el presente, me resulta muy coherente y bien llevado. Plausible. Sobre todo en el caso del protagonista: es una delicia comparar sus capítulos del pasado (no exentos de oscuridad, pero mucho más inocentes y sorprendentes) con su vida actual, donde el alcohol y la melancolía viven en una extraña simbiosis casi orgánica. 

En cuanto a la trama: excelente. Cuando crees entender lo que está pasando, de pronto aparece un giro al final del camino y quedas completamente fuera de combate. Generalmente es así, aunque también han habido algunos de estos requiebros que no han estado cerrados del todo. Aunque son más bien excepciones. 

Para terminar, el estilo de la también autora de La desaparición de Annie Thorne, es sencillo pero no llano. Está adecuado a las circunstancias y a los personajes y deja muy buen sabor de boca. 

En líneas generales, se trata de una muy grata lectura que me he ventilado en prácticamente cuatro viajes en transporte público. 

Cita: «Pero mi vida no es más que un largo rastro de despojos formados por las cosas que debería haber hecho y que han ido colisionando entre sí en una gigantesca y caótica maraña de arrepentimiento». 

Nota: 8,5. Una novela negra que me he bebido y que me ha dejado con una maravillosa sensación. 

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