Casi sin darnos cuenta nos hemos colado en el mes de diciembre. El mes de la Navidad, los regalos y también del tiempo libre, lo que en el caso de los lectores supone más oportunidades para disfrutar (entre comidas familiares, fiestas y demás) de nuestros libros favoritos. Pero, no os engañéis, hoy no os quiero hablar de estos amigos de papel.
De lo que me gustaría hablaros este 9 de diciembre es de las manías que tenemos los lectores a la hora de perdernos en otros universos. Son muchas las manías que muchos de nosotros adquirimos a lo largo de los años y me gustaría compartir algunas con vosotros. Si se os ocurren algunas más, sois libres de agregarlas, no os cortéis.
Posturas de lectores: Si el libro que tenemos entre manos nos está encantando solemos dedicarle muchas horas. De ahí que vayamos adquiriendo diferentes posturas para estar lo más cómodos posibles. Algunos leen tumbados, cambiando una y otra vez la posición de sus vértebras. Otros apuestan por leer sentados con un escritorio delante, como si estuvieran trabajando o estudiando. Hay lectores que no hacen ni una cosa ni otra, sino que van alternado, o simplemente tienen su sillón favorito de lectura. Yo he intentando hacerme con uno así, pero siempre acabo echada en el sofá o sentada en él de las formas más extrañas.
Puntos de lectura: Este es otro tema muy importante a tener en cuenta. A nadie le gusta estropear libros, de ahí que no esté nada bien considerado aquel que dobla las hojas. En algunos sitios los tildan de «monstruos», lo que ya es un poco exagerado. La duda es qué se utiliza para señalar por donde vamos leyendo. La gente puede utilizar cualquier cosa: un ticket, una etiqueta, un post-it, pero hay quien es algo más tiquismiquis con este asunto y prefiere un punto de «lectura oficial», por llamarlo de alguna manera. Yo soy de estas, tengo montones y me encanta ir cambiándolos.
Sitios para leer: Hay lectores de todo tipo. Aunque pueda resultar una afirmación trivial, es una que debe ser muy tenida en cuenta. Ya que no todos nos relacionamos con los libros de la misma manera, hay quien tiene un lugar especial en el que lee y no puede cambiarlo porque no se concentra igual. Por el contrario, hay otras personas que no ven problema alguno en trasladarse a cualquier lugar. En mi caso, me encanta (cuando el tiempo lo permite) leer al aire libre. Te sientes mucho más inspirado y tu mente parece más proclive a soñar.