Últimamente pienso demasiado.
La gente a mi alrededor me lo dice una y otra vez.
Pero yo no puedo evitarlo. Es superior a mí.
¿He tenido yo la culpa, acaso la han tenido ellos?
Me hundo en mis pensamientos: borrascosos, demenciales, y me cuesta un mundo volver a la superficie.
Quizás es que no he sido suficientemente buena.
Tal vez no haya puesto bastante de mi parte para que las cosas funcionasen.
Aunque, bien pensado, si alguien decide irse no puedo obligarlo a quedarse.
Todos nacimos libres y libres moriremos.
Ese pensamiento me anima, me sube la moral.
Porque es posible que la resolución tomada no tenga nada que ver conmigo y yo sea una simple espectadora más.
Si ellos tomaron su decisión yo no soy responsable.
Son ellos quienes deben sostener el peso de sus acciones. No yo.
Con estas reflexiones en mi cabeza me despoja de la culpa. Al fin.
Y salgo al sol, dejando atrás las tinieblas.
Para siempre.
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