Todos llevamos máscaras. A veces lo hacemos por una decisión propia. Otras, sin embargo, es la sociedad la que nos obliga a ocultar nuestros rostros y mostrar una cara que no es la nuestra. Ser la persona más fuerte, la más lista o la más hermosa nos obliga a asumir roles que no son los propios, a convertirnos en seres que apenas reconocemos. Encajar, en definitiva, nos convierte en grotescas caretas que nos desfiguran a ojos vista.
¿Eres quién estabas destinado a ser? Quizás la máscara se ha fundido a tantos niveles con tu rostro que ya no sabes donde empieza una y acaba el otro. Ya no puedes estar seguro si finges o esta es la vida que realmente deseas. Es tan difícil separar ambas cosas, tan doloroso, que a veces dejamos que todo sea la misma cosa. Todos y cada uno de nosotros lo hacemos porque el cambio duele. Pero una vez lo has decidido es liberador. Estarás tocado por heridas sangrantes durante un tiempo, pero al fin encontrarás la paz.
Aunque, si lo pensamos bien, no todos conocemos nuestras caretas. No tiene que ver con la sinceridad o con decir las cosas tal cual llegan a nuestro cerebro. Se trata de comportarse acorde a como somos de verdad: sinceros, diplomáticos, luchadores, que prefieren callar, tímidos, atrevidos, habladores, callados...
No dejes que nadie te define. Hazlo tú mismo. Por ti por mí, por todo el mundo.
Para que las máscaras solo las utilicen los actores. Feliz día del teatro.
¡Hola!
ResponderEliminarPreciosa reflexión, y muy bien hilada con el día (¡feliz día del teatro a ti también!). Es cierto que todos tenemos un papel que jugamos y que, a veces, nos oculta y aleja de lo que verdaderamente somos, y lo has expresado muy bien.
¡Un beso!
¡Mil gracias por tus siempre positivos comentarios, Camino!
ResponderEliminarLa verdad es que la vida es así, todos tenemos nuestro papel y nuestra máscara.
Un abrazo.