Maldita sea. Las voces han vuelto. Creía que se habían marchado para siempre, que había sido más fuerte que ellas y había sido capaz de ahuyentarlas. Sin embargo, han regresado, y parece que lo han hecho con más poder que nunca. Con más ganas de hacerme sufrir.
La más ronca parece enfadada conmigo, como si hubiera cometido un pecado imperdonable. La que habla como un niño pequeño no para de llorar, parece triste y asustada. Mientras que la que tanto me recuerda a aquella a la que perdí derrocha decepción por los cuatro costados.
Puedo escucharla echándome en cara cosas que ni siquiera sabía que hubiera hecho, errores que no era consciente que fueran tales. Aprieto la mandíbula, sintiéndome torturado por los recuerdos. He fallado, una y mil veces, y sé que no soy suficiente para enmendarlos. Lo he intentado, llevo haciéndolo mucho tiempo, pero ellas siempre vuelven.